9 de julio: palabras de Julieta López

Autoridades. Público en general.
Fechas como la de hoy que se destacan en el calendario, tienen un valor fundamental, porque nos remiten a acontecimientos históricos que dan cuenta de nuestros orígenes y de la continuidad con el pasado común.
Y qué es la celebración de un hecho histórico de relevancia para nuestro país, sino la invitación a la construcción de identidad, a la memoria, a la reflexión y al aprendizaje.
La Declaración de la Independencia suele ser presentada como fruto de la unión y del consenso, sin embargo, fue producto de conflictos políticos y sociales.
Recurro a quienes estudian nuestra historia citando relatos y registros de esos hechos fundamentales.
En 1816, nuestro país no pasaba por un buen momento ni en lo económico, ni en lo político. Existía la amenaza permanente de una mayor penetración de tropas españolas que luchaban por mantener su poder. Güemes apenas lograba controlar los ejércitos hispanos que avanzaban en el norte del país.
Se había elegido como sede del Congreso a la ciudad de Tucumán porque estaba ubicada en el centro del virreinato y porque las provincias se negaban a que Buenos Aires fuera otra vez la única protagonista de un hecho que las afectaba a todas.
En aquel entonces San Miguel de Tucumán era una pequeña ciudad de doce manzanas. Desde lejos podían verse las torres de las cuatro iglesias y del Cabildo. Los tucumanos, unos pocos miles por entonces, tenían una vida tranquila que se animaba al mediodía, cuando el centro se poblaba de carretas, vendedores ambulantes y gente que iba y venía entre las pulperías y las tiendas. No faltaba el azúcar para el mate ni tampoco algún cantor que animara a la gente con una zamba.
Por las noches había tertulias como en Buenos Aires, pero a las diez el toque de queda les recordaba a todos que estaban en zona de guerra y que había que refugiarse en las casas.
Los primeros en llegar a Tucumán fueron los diputados porteños y los cuyanos. Los restantes se fueron sumando luego, hasta que el 24 de marzo de 1816 se inauguraron las sesiones del Congreso.
El tema central fue el debate sobre la forma de gobierno. La mayoría de los congresales estaban de acuerdo en establecer una monarquía constitucional, que era la más aceptada en la Europa de la Restauración. En el mundo sólo quedaba en pie una república: los Estados Unidos de Norteamérica.
En la sesión secreta del 6 de julio de 1816, Belgrano, que acababa de llegar de Europa tras su fallida misión, propuso ante los congresales de Tucumán que, en vez de buscar un príncipe europeo o volver a estar bajo la autoridad española, se estableciera una
monarquía moderada, encabezada por un príncipe inca.
Decía Manuel Belgrano: “Las naciones de Europa tratan ahora de monarquizarlo todo. Considero que la forma de gobierno más conveniente para estas provincias es una monarquía, es la única forma de que las naciones europeas acepten nuestra independencia. Y se haría justicia si llamáramos a ocupar el trono a un representante de la casa de los Incas”.
Belgrano recibió el cálido apoyo de San Martín y de Güemes. La idea también entusiasmó a los diputados altoperuanos, que propusieron un reino con capital en Cuzco: se daba por descontado que esto aseguraría la adhesión de los indígenas a la causa revolucionaria.
Para los porteños, la coronación del inca era inadmisible y consideraban que había que consultar a los pueblos de todo el territorio antes de tomar cualquier resolución sobre la
forma de gobierno.
El martes 9 de julio de 1816 no llovía como en aquel 25 de mayo de hacía seis años. El día estaba muy soleado y a eso de las dos de la tarde los diputados del Congreso comenzaron a sesionar.
El secretario Juan José Paso preguntó a los congresales “si querían que las Provincias de la Unión fuesen una nación libre de los reyes de España y su metrópoli”. Los congresistas, más allá de los desacuerdos, respondieron afirmativamente con una aclamación cerrada y luego, individualmente, ratificaron la aprobación.
El Acta de la Independencia fue un texto breve con el cual los diputados participantes del Congreso de Tucumán declararon la independencia “del rey Fernando VII y de sus sucesores” mientras que, en ocasión de la jura, se agregó la fórmula “y de toda dominación extranjera”.
Este consenso unánime respecto a la declaración de la independencia nos hace reflexionar respecto a la valentía que tuvieron los protagonistas de nuestra historia para hacer frente
a sus diferencias personales y a las dificultades que se les presentaban.
¿Qué enseñanza nos dejaron quienes construyeron nuestro pasado?
A pesar del tiempo transcurrido, desde que sucedieron estos acontecimientos, seguimos
escuchando que somos una nación joven que intenta constituirse.
Lejos estamos de haber alcanzado la madurez necesaria para que todos los habitantes de nuestro país puedan vivir con dignidad y de alcanzar el modelo de nación que anhelamos.
Pero es fácil responsabilizar a otros de nuestro destino, pensemos al menos por un momento que cada uno de nosotros somos responsables y protagonistas del presente y futuro del país. La historia no la hacen solamente los próceres sino también las personas comunes y siempre estamos a tiempo de revisar nuestras actitudes cotidianas.
Emulando la valentía de aquellos que decidieron cortar lazos con España para ser responsables de una historia independiente, podríamos asumir verdaderamente nuestro propio destino y construir un país más solidario, más honesto, más responsable y justo.
Porque la Patria es mucho más que un concepto abstracto, es algo que construimos día a día, entre todos y se materializa cuando respetamos y defendemos nuestros derechos como argentinos frente a otras naciones, pero también cuando enseñamos a nuestros niños, niñas y jóvenes a defender los derechos personales y colectivos.
Porque pensar en patria, es pensar en lo que nos une, es mirarnos y encontrarnos con los otros más allá de nuestras diferencias.
Un país sale adelante cuando sus habitantes trabajan con dignidad para lograrlo. Por ello los invito a que juntos, sigamos sembrando en este suelo argentino semillas de justicia, fraternidad, unión, solidaridad, comprensión, tolerancia, diálogo, responsabilidad y
verdadera empatía.
Muchas gracias por la atención dispensada.
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