El Papa Francisco aceptó hoy la renuncia del arzobispo de la Plata, Héctor Aguer, a su cargo y nombró en su reemplazo al prelado Víctor Manuel Fernández, hasta hace poco rector de la Universidad Católica Argentina, en un movimiento que podría anticipar un cambio de dirección en la conducción de la arquidiócesis más importante de la provincia de Buenos Aires
La aceptación de la renuncia de Aguer se dio con suma celeridad: el prelado la había hecho efectiva el 5 de mayo pasado, poco ante de cumplir, el 24 de ese mes, los 75 años, edad en la cual todos los obispos deben poner su salida a disposición del Papa, según prescribe el derecho canónico. De ese modo, Francisco dio por tierra con las versiones que indicaban que podía estirar unos meses la decisión.
Fernández, hasta hace poco rector de la UCA, es un hombre del riñón de Bergoglio, a quien se le atribuye incluso la redacción de parte de algunos escritos del Papa, como algunos pasajes de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio), la primera que firmó el arzobispo de Buenos Aires cuando fue elevado al trono de Pedro.
De origen Cordobés y 55 años de edad, Fernández dijo hoy al portal Religión Digital que la designación lo puso “alegre” porque “deseaba mucho una esposa, una iglesia local donde encarnarme”. Adelantó además que su programa de gobierno será “la Evangelii Gaudium en serio, no como slogan”. Al mismo tiempo, aventuró que cree que “se está notando más feeling con Francisco” en la jerarquía católica argentina.
En el entorno de Aguer, donde reinaba cierta sorpresa por la celeridad que mostró Francisco en aceptar la renuncia, explicaron que el lunes se designará un administrador apostólico de la arquidiócesis platense, que se encargará de su gobierno hasta que asuma Fernández, que ya técnicamente Aguer dejó de ser el titular. Se estima que el cargo recaería en Nicolás Baisi o Alberto Bochatey, actuales auxiliares.
Fuentes eclesiales explicaron a DIB que se estima que Fernández, el nuevo arzobispo, tomará formalmente posesión de su cargo a lo largo de este mes, ya que se espera que el 29 se realice la ceremonia de imposición de palio arzobispal en Roma.
El recambio marca toda una novedad para la arquidiócesis platense. Fernández es un prelado muy apegado a las posiciones de Francisco, por lo que se espera una renovación sobre todo en el plano pastoral respecto del conservadurismo doctrinario con énfasis en la moral sexual que caracterizaron los 20 años de presencia de Aguer, que fue designado arzobispo titular el 12 de junio de 2000 pero está en la sede desde el 26 de junio de 1998, cuando lo nombraron coadjutor.
Desde entonces, Aguer fue construyendo un perfil de alta exposición pública que llegó a hacerlo célebre por sus intervenciones contrarias al matrimonio igualitario, la mirada de género en sus más diversas manifestaciones, las expresiones de la cultura popular, especialmente el rock y la política de derechos humanos basada en el enjuiciamiento de los responsables de crímenes de lesa humanidad, a la que consideraba una forma de venganza.
Por eso, en términos históricos también se notará el corte: los tres antecesores de Aguer, Carlos Galán Barry; Domingo Quarracino y Antonio Plaza también fueron representantes del sector conservador. Los dos últimos, además, con controversiales actuaciones durante la última dictadura. Quarracino, por su parte, es el prelado que se hizo célebre por pedir que los homosexuales argentinos sean confinados en un guetto.
Enemigo íntimo
Aguer y Bergoglio son viejos conocidos en la Iglesia. Coincidieron en la década del ´70 uno como rector de la entonces recién creada diócesis del San Miguel y el otro como superior jesuita, que trasladó al Colegio Máximo de ese distrito la conducción de esa orden. Luego, fueron ambos auxiliares de Quarracino, pero ya en ese momento se conocieron las primeras denuncias de Aguer contra Bergoglio ante Roma, por lo que consideró desviaciones litúrgicas.
En ese marco, la rapidez en el nombramiento de Fernández fue leída como parte de un mensaje del Pontífice que se atuvo a la letra de la legislación eclesial pero evitó un gesto de cortesía que se consideraba probable: postergar unos meses la aceptación de la renuncia
Fernández, por su parte, fue víctima de un lobby de sectores conservadores de la iglesia argentina que mantuvo años frenada su designación en la UCA, que promovía Bergoglio, que en ese momento era arzobispo de Buenos Aires. Cuando fue entronizado como Francisco, lo convirtió en arzobispo titular de Tiburnia –una extinta jurisdicción medieval, práctica habitual en la Iglesia- para impulsarlo en la UCA. Esos grupos que rechazaban a Fernández estuvieron históricamente cerca de Aguer. (DIB) AL





