Tras semanas de tensiones, reproches y amenazas de ruptura, el “teléfono rojo” entre Axel Kicillof y Federico Otermín logró lo impensado: acercar posiciones entre el gobernador bonaerense, Máximo Kirchner y Sergio Massa. Con Cristina como garante, el kirchnerismo busca cerrar filas.
Por Fernando Ramírez
Al final no hubo “teléfono descompuesto”. El teléfono rojo entre el gobernador bonaerense Axel Kicillof y el intendente de Lomas de Zamora, Federico Otermín, funcionó y este sábado por la noche habría principio de unidad entre el mandatario con Máximo Kirchner y Sergio Massa.
Cristina Fernández de Kirchner es la garante del acuerdo, que no fue fácil avizorar, porque Máximo Kirchner había dinamitado todos los caminos y puentes.
Pero el diputado nacional y presidente del PJ bonaerense se fue quedando cada vez más solo en los últimos dos meses. Su posición, obstinada e irreconciliable, hacia una unidad con Kicillof, hizo tambalear hasta la autoridad su propia madre: Cristina no podía hacerlo entrar en razones.
Romper con Kicillof hubiera significado que el kirchnerismo fuera por su lado, el Movimiento Derecho al Futuro de Kicillof por otro y Massa había dicho que sin unidad presentaría listas en soledad.
Pero la posición firme de Cristina tras la reunión con el gobernador bonaerense, antes de su condena judicial, modificó la balanza en favor de la unidad.
Claro que Máximo quiere condicionar la unidad porque la idea es que Kicillof tenga preeminencia y preponderancia a la hora de poner candidatos y, además, esta vez habría un suerte de “control de calidad” de los postulantes.
O sea, para decirlo sin eufemismos, no habría piantavotos en las listas y el que más podría sufrir esa decisión sería nada más y nada menos que el propio Máximo Kirchner, quien mide en las encuestas como uno de los peores políticos argentinos.
El lunes pasado Kicillof aceleró las negociaciones y convocó a la reunión tripartita con Máximo y Massa, para hacerle el moño a la unidad, pero el díscolo titular del PJ bonaerense intentó desatarlo.
Y puso piedras en el camino, viendo enemigos imaginarios, como los veía el célebre personaje novelesco Don Quijote, quien “luchaba contra los molinos de viento”.
Por eso, Máximo casi logra romper la tan proclamada unidad, pero funcionó el teléfono rojo punto a punto entre Kicillof y Otermín, dirigente de La Cámpora, pero dialoguista.
Y el jefe comunal de Lomas de Zamora, el “cartero de Cristina” cumplió su rol, pese a que el “diablo” -Máximo- quiso “meter la cola” otra vez y dilatar el encuentro para sellar la unidad.
Incluso se dice que este jueves hubo un diálogo telefónico entre Cristina y Kicillof para poner blanco sobre negro y “separar la paja del trigo”, es decir sincerar que quiere cada uno para esa unidad.
Ahí se destrabó la situación y los tres actores de la unidad tendrán mañana su “sábado de fiebre por la noche” en el que, seguramente a través de representantes, pulirán los detalles del acuerdo, para presentarlo antes del 9 de julio.
En ese camino, se hizo la convocatoria al Congreso provincial del PJ para el cinco de julio, cuatro días antes de la fecha deadline para presentar alianzas con vistas a la elección del 7 de septiembre, en la que peronismo en unidad enfrentaría a la coalición La Libertad Avanza-Pro.
Kicillof habla de “listas conjuntas” y no de unidad. Sabe que Máximo Kirchner es el gran perdedor del entendimiento y que está presto y con el “cuchillo entre los dientes” para intentar su objetivo desestabilizador.
Parlamentario