Los productores agropecuarios no somos individuos que vivimos en una nave o en la estratósfera: somos vecinos como cualquier otro, somos consumidores, tenemos familia, trabajamos en contacto con cultivos y animales, y convivimos con el recurso: la tierra, el ambiente.
Así como hay buenos y malos actores o guionistas, hay buenos y malos en todas partes. Y los que hacen daño al ambiente o al prójimo merecen la mayor condena.
Pero en el sector agropecuario, y sobre todo en los últimos años, gracias al conocimiento y la ciencia hemos logrado una enorme reducción del impacto ambiental en todas las actividades productivas: el uso de productos fitosanitarios es cada vez más específico y menor, se aplica únicamente lo autorizado por Senasa, y con tecnología cada vez más precisa.
En las diferentes ganaderías, se han desarrollado prácticas de buen trato animal, de pasturas y cultivos de cobertura para el secuestro de carbono, y plantas de engorde con cada vez mejor desarrollo.
Así como sería irresponsable “envenenar”, también lo es mentir. Generar miedo en base a ideologías lejanas a la realidad y sobre todo a la ciencia. Pero es a su vez una falta de respeto la enorme comunidad de investigadores y científicos que el INTA, el SENASA, el CONICET, las universidades, las organizaciones y empresas privadas han consolidado en pos de una agricultura cada vez más profesional.
Dicho sea de paso: cuando nuestro sector se queja de los altísimos impuestos y restricciones, es una queja que involucra los menores recursos que le llegan para reinvertirlos en tecnología cada vez más precisa.
No existen los agrotóxicos. Existen los “tóxicos” que jamás pisaron un campo para ver cómo trabaja su gente. Los mismos que hablan mientras rocían su living urbano con piretroides bajo el título “matamoscas” o consumen químicos con otros fines.
Exhortamos a los organismos de Estado correspondientes a expresarse y a todas nuestras entidades a contarle a la comunidad la verdad de nuestras prácticas agropecuarias. Seamos muy responsables con los alimentos y con el ambiente, pero también con lo que decimos.