El Día Mundial de la Salud Mental

La salud mental es, sobre todo, algo omitido por la mayoría de los sistemas de salud pública del mundo. Un “gasto”. Si se viera cómo la sociedad misma se está “gastando” sin ese gasto. Muchas veces suele mencionársela como palabra código, junto a su par, “enfermedad mental”, para después etiquetar a las personas, y finalmente recetarles pastillas. Así la palabra y la realidad correspondiente se inscribe dentro del negocio, comporta ganancias.

La salud mental es definida de muchas maneras; sin embargo existe una definición, importada de la vieja Europa, pero que ya hoy, es universal:

Allá por el final de su vida, Freud , fue preguntado al respecto por un periodista que esperaba una gran respuesta ( “¿qué es una persona sana, madura, integrada a la sociedad”?), el maestro vienés respondió: “Amigo mío, cualquier persona capaz de amar y trabajar”. Hagamos esta definición nuestra. Llevémosla a la realidad cotidiana.

¿De quién depende la capacidad de amar y trabajar? ¿Solamente del sujeto? ¿Se puede realizar el sujeto en una sociedad injusta? ¿Podemos amar, y trabajar, en un contexto lleno de odio, divisiones entre iguales, exclusión, violencia? ¿Podemos amar y trabajar sin contar con instituciones que nos ayuden, ahí cuando el mundo se nos detuvo, y no sabemos cómo seguir, hacia dónde seguir? ¿Nos basta únicamente con tomar pastillas, y salir sonrientes en redes sociales?

Necesitamos de manera urgente mejorar el sistema de salud mental a todo nivel, crearlo allí donde no está, fortalecerlo allí donde se creó. Necesitamos comprender la importancia de sentirnos bien, en equilibrio con nosotros, y con nuestro ambiente, que es social. Debemos finalmente elegir, en estos tiempos, si queremos vivir dignamente, o queremos simplemente consumir y seguir explotándonos, y explotando la naturaleza. Debemos satisfacer las necesidades materiales, y las espirituales, de todos/as; el tiempo corre, y estamos errando el rumbo. Estamos simplemente consumiendo, y simplemente nos estamos consumiendo. Tenemos que volver a amar sin tantas dificultades, y a sentirnos dignos por medio del trabajo.

Retomemos las palabras de Enrique Pichón-Rivière, que nos sigue interpelando: “en tiempos de incertidumbre y desesperanza, es imprescindible gestar proyectos colectivos desde donde planificar la esperanza junto a otros”.

Entonces construyamos otra realidad, donde valga más una charla que el último celular. Exijamos más y mejor salud pública, que se creen o refuercen los servicios de salud mental.

Por menos pastillas, más abrazos, y más trabajo.

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