En la Unidad 6 de la ciudad de Dolores, el nuevo Obispo de la Diócesis de Chascomús nombrado por el Papa Francisco, Monseñor Juan Ignacio Liébana, ofició el Jueves Santo, la misa de la última Cena del Señor, junto al Capellán, Luis Aguirre.
Este emotivo acto de celebración, donde los discípulos de Cristo testifican por fe de los beneficios adquiridos por Jesús en su muerte y resurrección, incluyó el lavado de pies de 12 privados de la libertad, imitando de este modo al número de Apóstoles con los que compartió Nuestro Señor Jesucristo, la ultima cena antes de su crucifixión.
Monseñor Juan Ignacio Liébana recibió su ordenación episcopal el 2 de marzo del corriente año, en la Ciudad de Chascomús; el nuevo prelado inició el gobierno pastoral de esa jurisdicción eclesiástica. Asunción a la que el coordinador de culto, Marcelo Peralta, asistió en representación de este Establecimiento Penitenciario, junto a la Pastoral Carcelaria.
Acompañaron la sagrada misa, el Director de la Unidad, Marcelo Banega, junto al Subdirector Adrian Eduard, Oficiales, Suboficiales y guardias junto a los privados de la libertad y el coro conformado por tres catequistas, de la localidad de Mar de Ajó, quienes fueron las encargadas de tocar la guitarra e interpretar el cancionero católico, con tanta vocación y orgullo, que invitaba a todos los presentes a cantar con el mismo ímpetu.
El Director Banega, agradeció el gesto a Monseñor Liébana, por compartir este día tan especial para los fieles, la misa en este Establecimiento e hizo extensivo el agradecimiento al Padre Luis y a los integrantes de la Parroquia, que siempre se acercan a la Unidad para vivenciar junto al personal y los internos, como en esta ocasión, un momento único, vivido en Semana Santa.
Monseñor Liébana expresó: “antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado, se levantó de la cena, se quitó su manto y tomando una toalla, puso agua en un lebrillo y comenzó a lavar los pies de sus discípulos. Pedro le dijo: Señor ¿tú me lavas los pies? No me lavarás los pies jamás, respondió Jesús lo que yo hago, tu no lo comprenderás ahora, más lo entenderás después. Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Así que después que les hubo lavado los pies a todos, tomó su manto, volvió a la mesa y les dijo, si yo he lavado vuestros pies, vosotros debéis lavaros los unos a los otros, tomad como ejemplo. El ciervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que lo envió”.
Luego, se dirigió a los detenidos presentes y les expresó: Recuerden siempre esto: “yo estuve preso y Jesús estuvo conmigo”.
Seguidamente, tomó su báculo, contó que éste había sido obsequio de un detenido de otra Unidad por la que había transitado y que el mismo, tenía un significado más que especial para él.
Al concluir la misa, se le hizo entrega a Monseñor Liébana, una Cruz de madera tallada por los privados de la libertad como gesto de agradecimiento de su presencia en tan emotiva fecha.