¿Qué se puede hacer para no procrastinar?

Pensar detenidamente solo es bueno a la hora de tomar una decisión importante, como asumir un nuevo puesto de trabajo, pero no es muy recomendable para continuar la rutina diaria, como hacer salir a caminar, limpiar, ingresar en bet24-7 casino o cualquier otra acción que se haya vuelto costumbre en el día a día. Pensar demasiado, en estos casos, conduce a la procrastinación.

El simple hecho de pensar muchas veces en algo que debes hacer siembra la típica duda “¿debería hacerlo?”. Esto no solo tiene que ver con el ejercicio, sino también con cosas del trabajo, la universidad, reuniones y más. Los pensadores se hacen ante decisiones difíciles, pero, generalmente, no hay motivos para meditar mucho sobre algo que forma parte de tu día a día.

No lo pienses, solo hazlo

Procrastinar implica dejar algo que se puede hacer hoy para después, sin detenerse a pensar que, “después”, las cosas se acumulan y pueden complicarse aún más de lo normal. En cierto punto, va de la mano con la pereza; es comprensible que, por el trabajo u otra actividad diaria, la persona pueda sentirse cansada, pero la procrastinación comienza a surgir así, lentamente.

Esto, por supuesto, puede generar problemas en el trabajo, en la universidad o en el mismo hogar. Desde algo tan simple, como lavar los platos, hasta algo que requiere más tiempo, como completar una asignación del trabajo, todo forma parte de la rutina, y, por tanto, no puede hacerse a un lado; debe estar en la mente siempre.

Afortunadamente, la procrastinación tiene cura; la diligencia es la contraparte de la pereza, así que todo es cuestión de hacerse diligente, tomando en cuenta ciertos puntos:

Haz lo que tengas que hacer

Si algo forma parte de la rutina diaria, como sacar la basura, barrer, limpiar los muebles, sacar a pasear a las mascotas o más, solo hay que organizar un itinerario. Así, no habrá necesidad de pensar “¿a qué hora puedo sacar al perro?”, “¿veo completo mi programa y después lavo los platos?” o “¿dejo la asignación del trabajo para mañana?”. Todas esas suposiciones conducen a lo mismo: no hacer nada.

Los pensamientos se mezclan en un torbellino interminable de ideas que consumen tiempo. Y, en el proceso, se dejan de hacer cosas, dando lugar a la procrastinación. Y, honestamente, nada termina bien cuando los quehaceres se posponen más de lo necesario.

Para eliminar cualquier indicio de procrastinación, solo hay que levantarse y, seguidamente, hacer lo que se tenga que hacer: trabajar, estudiar, lavar y más.

Añadir nuevas rutinas

Está claro que todos tienen cosas que hacer en el día a día, pero nada mejor para dejar de procrastinar que incluir nuevas rutinas en lo cotidiano para variar. Si, por ejemplo, sueles ver una serie antes de dormir, puedes cambiar esto un poco adoptando hábitos de lectura. Así, cada día, ya no solo verás tu película o serie preferida antes de dormir, sino que leerás una novela, noticia o cualquier otro género que te guste. Recuerda que leer constantemente retrasa el envejecimiento del cerebro 10 años.

Y, si eres de los que ve su programa preferido después de cenar, puedes modificar la rutina un poco, incluyendo tareas como lavar los platos justo después de comer y salir a caminar por 20 o 30 minutos para favorecer la digestión, antes de irte a la cama.

Disciplina en su máxima expresión

El tema de la disciplina se resume en que hagas todo lo que acostumbres a hacer de tal forma de que, si pasa un día que no lo hagas, tengas peso de conciencia. Pero, para llegar a este punto, es necesario crear la costumbre. Supongamos que comienzas a hacer ejercicio todos los días, a partir de las 5 de la tarde y, en el proceso, faltas uno que otro día hasta que, de un momento a otro, haces tu rutina de ejercicio de forma consecutiva de lunes a viernes.

Como te has disciplinado para no dejar de hacer ejercicio, sentirás el peso de la conciencia cuando pases, aunque sea, un día sin entrenar. ¿La razón? Has forjado un buen hábito, como ir al trabajo, cocinar o limpiar. La disciplina nace de la constancia y del hecho de que, sin importar cuán cansado estés, simplemente, tienes que hacer lo que tienes que hacer.

Disciplina no es obsesión

Aunque es un hecho que nada en exceso es bueno, la disciplina, especialmente en el contexto del juego responsable en los casinos de Argentina, es lo que te mantendrá en la línea cada vez que impongas una rutina. No significa que perderás la compostura si no la sigues al pie de la letra una que otra vez. Recuerda que el tiempo y las circunstancias son dos factores que no podemos controlar.

Si, por alguna razón, no te sientes bien, y todo apunta que estás por enfermarte, lo mejor es que te dediques a recuperarte; recibir apoyo del hogar es crucial para sobrellevar el proceso de recuperación. De esta forma, cuando te sientas mejor, podrás retomar las cosas tal y como las dejaste justo antes de enfermarte.

No te dejes llevar por lo demás

Normalmente, las personas son imparciales cuando se trata de hacer algo que, de una u otra forma, debe hacerse, pero, así como hay quienes apoyan esta teoría, también hay quienes opinan lo contrario, alegando que “un día que faltes no hace daño”. No hay que dejar, en ninguna circunstancia, que la influencia de personas de alrededor obstaculice lo que se debe hacer día tras día.

El ejemplo más clásico sería el del estudiante que no sabe si dedicarle tiempo a un examen o irse de fiesta con sus amigos. La decisión más sensata es la primera, pero, debido a la influencia de los compañeros y lo atractivo que pueda ser dejar las cosas para después, el panorama termina mal, porque, si bien, disfrutó el momento, no aprobó la prueba al día siguiente.

Aunque se trate de un amigo de toda la vida, que te invite a salir, considera las opciones si tienes que estudiar, trabajar o hacer cualquier otra cosa de tu itinerario. Si ya hiciste todo lo que debías hacer con antelación, entonces, no hay problema alguno con salir, ponerse a ver una serie o conversar.

Tú eres el piloto

Tú llevas las riendas de tu vida, así que todo se resume en una decisión: hacer lo que tienes que hacer ahora mismo o dejarlo para mañana, esperando que no se compliquen las cosas por no aprovechar el presente.

 

 

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