Tenía 23 años y murió por COVID-19: “Mi hija era joven y sana pero el virus le destrozó los pulmones”

Sol Casella no padecía ninguna enfermedad preexistente, pero falleció tras permanecer 23 días internada en un sanatorio de Balvanera. “A las 4 de la madrugada sonó el teléfono de mi casa. El médico me recibió llorando y me dijo que no había explicación“, le dijo su madre a Infobae

Por Soledad Blardone

Le quedaban solo 5 materias para recibirse de periodista, pero Sol Yazmín Casella (23) ya se había hecho un nombre en esa carrera que amaba, en esa gran vocación que descubrió desde pequeña. Trabajaba para distintos medios de nuestro país y de Chile, se desempeñaba como productora y estaba planeando publicar su libro de poesías, ya que sentía pasión por escribir.

Su madre, Claudia Cabrera (49), dice que la pasión de Sol por el periodismo siempre estuvo bien definida: durante todo el año, se entregaba a pasar largas horas escribiendo, incluso durante sus vacaciones de verano en las playas de Villa Gesell.

Vivía en Lomas de Zamora junto a sus padres, Claudia y Vicente, y sus dos hermanas, Belén (19) y Delfina (17). Hacía siete años que estaba de novia y, desde que empezó la pandemia, siempre fue muy cauta: evitaba salir a la calle y pasaba más de doce horas diarias frente a la computadora de su casa, estudiando y trabajando.

“Se sentaba a las 8 de la mañana y se hacían las 21, pero Sol seguía trabajando y estudiando. Por su profesión, estaba muy informada sobre el COVID-19, tomaba todos los cuidados y me decía que usara doble barbijo. Todo el tiempo me preguntaba cuándo llegarían las vacunas de sus abuelos y de su padre, que tiene 54 años y está dentro del grupo de riesgo porque tiene EPOC. Estaba muy preocupada por ese tema”, le contó su madre a Infobae.

Un día, Sol empezó a padecer cefalea y dolor en los ojos, pero pensó que era debido al cansancio por la gran cantidad de horas que pasaba frente a la computadora. Pero, con el correr de los días, el malestar no cedía y el 18 de abril fue a hisoparse al Sanatorio Sagrado Corazón, en Balvanera. El resultado fue positivo. Sin embargo, ni sus padres, ni sus hermanas menores, ni su novio, se contagiaron.

“El 22 de abril, levantó fiebre y se sentía muy mal. La internaron porque no saturaba bien y le pusieron oxígeno, pero su estado se iba agravando. El 1 de mayo, la pasaron a Terapia Intermedia y, tres días después, a Terapia Intensiva. Todos sus órganos funcionaban bien, pero el virus fue directamente a sus pulmones y fue arrollador. Mi hija era joven y sana pero el COVID-19 le destruyó los pulmones. Actuó como una esponja y no permitía que pudiera respirar”, dijo Claudia.

Los médicos de Terapia Intensiva lucharon con todos sus recursos para tratar de salvarle la vida, pero el 14 de mayo su corazón dejó de latir. Ese día su hermana menor, Delfina, cumplió 17 años.

A las 4 de la madrugada, sonó el teléfono en la casa de Claudia y ella presintió lo peor.

“Me autorizaban a verla dos veces por semana y todos los mediodías me daban el parte telefónico. Ya me habían avisado que si surgía alguna complicación me llamarían enseguida, pero que si todo estaba bien solo recibiría el parte telefónico del mediodía. Fuera de ese horario, rogaba que el teléfono no sonara. A las 4 de la mañana, me llamaron del sanatorio… Tenía la esperanza de que fuera para avisarme que le habían hecho algún procedimiento diferente, pero después de contenerme con la conversación, me dijeron que sentían mucho lo que había pasado y que Sol había tenido un paro cardíaco”, lamentó.

“Los médicos me habían avisado que, por la falta de oxígeno y por el estado de sus pulmones, iba a ser imposible sacarla de un paro cardiorrespiratorio, pero esperaban que eso no sucediera, porque el resto de sus órganos estaban bien. Cuando colgué el teléfono, les pedí a mis otras dos hijas que me dijeran que era una mentira. Llegué al sanatorio con la esperanza de que fuera un error… Pero no. Todo era una tristeza: los médicos, las enfermeras, el personal de limpieza y administrativo… Yo solo tengo palabras de agradecimiento para todos ellos, porque cada día se juegan la vida para salvar vidas”, expresó.

Cuando llegó al sanatorio, el jefe de Terapia Intensiva la recibió llorando: le dijo que no había explicación para lo que había pasado, porque Sol apenas tenía 23 años y era una joven muy sana.

“No entienden qué pasó, no hay explicación… Desde el primer día, me dijeron que el virus entra y en cada cuerpo actúa distinto. Me dijeron que no escuchara, ni comparara el caso de mi hija con otros porque esto es muy impredecible. Lo que pasó con Sol es inexplicable, porque el virus fue directo a los pulmones y ella era una chica sana. No fumaba, no tomaba alcohol. La neumonía viral se convirtió en una fibrosis pulmonar”, afirmó.

“Hicieron todo para salvarla. El médico me decía que no lo podía creer, porque fue la paciente más joven a la que le pasó esto. Me dijo que, al igual que él, todo su equipo estaba destrozado. Otra médica que la vio, me escribió por Twitter para contarme que había estado hablando con ella varias veces. Fueron todos muy humanos con mi hija. Me saco el sombrero por todo el personal médico”, destacó.

La última vez que Claudia pudo ver a su hija con vida fue el 29 de abril. Había sido internada 5 días antes, así que la primera semana de internación solo la pudo ver una vez. El sanatorio únicamente autorizaba a que la visitaran dos veces por semana y ese jueves estuvo con Sol durante una hora, mientras merendaba en su cama. Su madre le pidió que se curara pronto y le dijo que todo el mundo le preguntaba por ella. Sol le contó que se quería poner bien y que quería irse a su casa.

Al día siguiente, la periodista hizo una videollamada con su padre, quien fue el último que la vio con vida. Estaba animada, le dijo que se sentía mejor y que estaba más tranquila porque el día anterior había recibido la visita de su madre.

Claudia alcanzó a contarle a Sol que sus abuelos ya tenían fecha para la segunda dosis de la vacuna, algo que la puso muy feliz y publicó en su último posteo de Twitter, pero seguía esperando que llegara el turno de su padre. Increíblemente, dos días después de su muerte, Claudia recibió el mail de aviso con la fecha de inoculación.

El 1 de mayo, Sol presentó una gran desmejoría y tuvo que ser llevada de urgencia a Terapia Intermedia, donde fue inducida en coma farmacológico. Su madre entró a verla, pero ya no pudo volver a hablar con ella. Como su estado se seguía agravando, tres días después la trasladaron a Terapia Intensiva, donde finalmente el 14 de mayo falleció.

“Cuando entramos a reconocer su cuerpo, todos los médicos y enfermeros se pusieron uno al lado del otro, con la cabeza gacha. Todos lloraban y yo pensaba… ¡Cómo laburan así desde hace más de un año! ¡Cómo les duele cuando le pasa esto! ¡Acá, no se relajó nadie! Cada noche, soñaba que mi hija iba a salir del sanatorio, que yo la iba a sacar… pero no pude. Jamás me imaginé lo que iba a pasar”, dijo.

Sol adoraba festejar su cumpleaños y, el próximo 23 de mayo, hubiera cumplido 24 años. Por eso, su madre y sus dos hermanas le estaban preparando una sorpresa: si aún no había recibido el alta, querían hacerle llegar un video grabado con saludos de todos sus amigos. Pero desgraciadamente, falleció nueve días antes y todos aquellos que la querían la despidieron en una emotiva ceremonia religiosa en la Catedral de Lomas de Zamora.

“Lo mejor que me dio Sol fue haberme elegido como mamá y honrarme con el privilegio de estos casi 24 años. Estábamos siempre juntas, éramos muy unidas. Era la primera hija, la primera nieta, la hermana mayor… Era querida por tanta gente, estaba llena de luz… No llegó a hablar en Terapia Intensiva, pero dejó su impronta. Era así: la conocías media hora y te quedabas con su nobleza, con su sonrisa, con su manera de ser. Te empujaba a seguir y eso es lo que ella hubiera querido que hiciéramos ahora. Todos los que la conocieron me llamaron y me dijeron que estaban muy mal, que tampoco entienden lo que pasó. Dejó un vacío enorme y una gran soledad, pero en todos, dejó cosas lindas”, destacó su madre.

Respecto a la situación sanitaria por la que atraviesa el país y a la falta de vacunas, Claudia agradeció que su hija haya podido contar con todos los cuidados necesarios, pero se lamentó por aquellos que no tienen los recursos y que, ni siquiera, pueden acceder a una cama.

“Siento que quienes administran las vacunas viven otra realidad y no ven lo que pasa. Cada vez más, el virus ataca a gente de menor edad. Me lo dijeron los médicos que la atendieron. Aunque te quedes encerrado en tu casa, mira lo que le pasó a Sol… Y, en realidad, tampoco podés quedarte, porque tenés que salir a trabajar. Las autoridades no están mirando al país con ojos de realidad. Si se siguen mirando el ombligo, nos vamos al tacho”, aseguró.

Hoy, Claudia se aferra a la postal que su hija le envió desde Europa, cuando a los 20 años ganó una beca de la ONU y viajó por tres meses a Egipto. Allí, le prometía que volverían juntas a Barcelona para conocer la Basílica de la Sagrada Familia, una iglesia que la había cautivado al igual que esa ciudad.

“Ir a Egipto fue un sueño para Sol, pero también para mí, porque yo siempre añoré poder conocer esa cultura. A la vuelta, pasó por Barcelona y me mandó esta postal en la que me decía que sentía que ese viaje lo habíamos hecho juntas. Ella vivió todo porque, a pesar de que solo tenía 23 años, pudo hacer cada cosa que se propuso. Prefiero recordarla como la foto que puse ahora en mi perfil de WhatsApp: una imagen de Sol en un aeropuerto y una valija. Para mí, se subió a un avión. Quiero pensar eso”, dijo.

“Yo sé que nos vamos a volver a encontrar. Soy creyente: debe estar en otro plano, haciéndole una entrevista a Dios. El sábado pasado, la cremamos porque siempre decía que era su deseo y que su lugar en el mundo era el mar, no encerrada en un cajón. Me decía: “Yo no voy a estar en ese cuerpo y voy a volar”. Así que, cuando se pueda, la llevaré al mar. Quisiera esparcir sus cenizas en Barcelona y, si no es posible, en Villa Gesell, donde iba todos los veranos con su novio, se sentaba en la playa y escribía en su cuaderno durante muchísimas horas”, expresó.

“Ya cumplí con su deseo de ser cremada y, cuando se pueda, quiero tirar sus cenizas al mar. Ahora, quiero hacer realidad su sueño tan ansiado: publicar su libro de poemas”, finalizó Claudia Cabrera. (Infobae).

Compartir este artículo