Autoridades educativas, colegas, padres, vecinos, alumnos…
Nuevamente la patria nos convoca para recodar a un ilustre prócer y a su decisión de crear uno de los símbolos que resulto fundamental en la organización primera de la nación: la Bandera Nacional.
Manuel Belgrano, digno es nombrarlo, fue un argentino que le dio mucho a la patria. Fue abogado, revolucionario ardiente durante los sucesos de mayo, militar incansable a costa de sus limitaciones, ideólogo fuerte en la construcción de nuestras primeras leyes y constante y ferviente defensor de la causa nacional. A el debemos mucho en nuestras primeras horas como patria libre pero más allá de esto le debemos el honor de haber creado el símbolo que nos unió como hermanos y conciudadanos. Quizás el nunca imagino la importancia que tomaría con el tiempo este símbolo de unidad.
Si, LA BANDERAA. Esos dos colores que ya son marca registrada en nuestra patria. Esos tres pedazos de tela bicolores que ondulan majestuosos en los centros pueblerinos y en los frentes de toda institución pública. Todos sabemos lo que significa, y lo que representa. La bandera es todo, es la Patria misma. Sin ella hubiera sido imposible de pensar en un país unido y fuerte; sin ella sería imposible emocionarnos en un mundial de futbol, no podríamos percibir emocionados los latidos del corazón cuando entonamos nuestro himno nacional. Y es así que nos sentimos orgullosos de ser argentinos. Ella nos marca el paso. Ella impone el respeto necesario cuando todos transgreden en derredor; ella motiva al alumno cuando cree que todo está perdido, ella encamina la marcha cuando nosotros docentes, padres, hermanos, nos creemos superiores e intentamos imponer nuestros egoísmos y nuestras parcialidades. Ella hoy dicta estas palabras.
No deseaba que este fuera un discurso más de recopilación histórica y de alabanzas sin sentido. Ni Belgrano, ni la Bandera que se lo merecen. Este tiempo nos pide compromiso y responsabilidad. La imagen de este símbolo nos tiene que servir para entender el sentido de nuestra igualdad. Somos iguales ante Dios, ante la ley, ante aquel que tenemos al lado. De que vale una escarapela en el pecho si yo por ella no he dejado todo el esfuerzo necesario; de que vale una camiseta si me regocijo con las desgracias ajenas; de que vale ostentar un cargo, un título, una posición si no cumplo con lo principal de eso, que es ser instrumento útil a los demás. Así es señores, así es alumnos, así es colegas. Los que convivimos cotidianamente en un ámbito donde deberíamos tener a estos símbolos como sagrados debemos tenerlo bien en claro. Hoy no recordamos a la bandera y a su creador, hoy debemos celebrar lo que ella irradia, lo que ella simboliza. Debemos entender que los colores están más allá de nuestras diferencias; ella nos ha unido en batallas, luchas intelectuales y aun en la muerte. Ella nos salva del naufragio que la desintegración y del individualismo, por ella hemos aprendido a ser uno y sin unidad casi todo siempre será imposible.
Sintámonos argentino, seamos dignos de estos colores, que nuestro compromiso sea a conciencia, para que al caminar cotidiano lo acompañe la sensación de orgullo, de compromiso y de servicio cumplido. Ojala que así sea.