Se dice que descubrió el Malbec argentino. Su última y exitosa apuesta fue el Valle de Uco.
María Paula Bandera
Como en toda historia, la del vino argentino tiene sus momentos bisagra, pero, sin dudas, en la época más reciente, el gran hito fue uno y lo protagonizaron dos hombres: el salteño Arnaldo Etchart y el francés Michel Rolland.
La familia Etchart estaba en la industria vitivinícola desde 1850; sin embargo, fue varias generaciones después, alrededor de la década del 50, cuando Arnaldo (hijo) le dio renombre a la bodega. Y aunque el mercado interno, con altos índices de consumo, validaba sus vinos, en el exterior sucedía lo contrario. Fue entonces, en 1988, cuando decidió convocar al enólogo francés Michel Rolland para que lo asesorara en el desafío de conquistar paladares a nivel global.
“Etchart fue visionario porque él se dio cuenta de que el futuro de la industria era exportar, entonces se fue a Europa y Estados Unidos y fracasó; no porque los vinos estuvieran mal, tampoco bien, simplemente estaban fuera de los estándares internacionales”, recuerda Rolland.
De esa primera colaboración nació la “famosa “Arnaldo B. Etchart Cosecha 1989”, considerada por muchos como la primera etiqueta de alta gama del país.
Hasta ese momento, recuerda Rolland, el Malbec pasaba desapercibido, incluso era despreciado: “Cuando llegué a Cafayate vi que el Malbec era muy bueno, pero estaban levantando plantaciones para plantar Criolla, de mayor rendimiento, para vinos de mesa, y Cabernet Sauvignon, para vinos buenos”.
-Por eso se dice que usted descubrió el Malbec argentino
-Yo no sabía nada del país cuando llegue y el Malbec este era completamente diferente del de Cahors (Francia), que era el que conocía. En ese momento el Malbec argentino daba vinos rústicos, pero con trabajo y tiempo, dio lugar a vinos elegantes, y ahí cambió todo: por un lado, aumentaron muchos las exportaciones, y, por otro, el gusto del consumidor del mercado doméstico ya no volvió a ser el mismo.
En 1996, Etchart vendió la bodega al grupo francés Pernod Richard y esta vez, ya como socios, Arnaldo y Michele encararon un nuevo emprendimiento: la bodega San Pedro de Yacochuya, también en Cafayate.
-¿Cree que el vino salteño es uno de los que más evolucionó en los últimos años?
-Si algún día fueron vinos superconcentrados fue un error, pero lo cierto es que los vinos muy livianos y con mucha acidez tampoco van a existir mucho tiempo, la frescura está bien hasta el momento en el que te molesta. Como siempre, hay que buscar un término medio, a mí me gustan los vinos que evolucionan un poco, que tienen diez o doce años. Hoy me encanta tomar un Val De Flores 2006, que es un gran vino, el resto es vino de pic nic, como nos referimos en Francia a esos vinos que son para tomar así a la ligera, sin pensar. El vino es una cultura y a mi me encanta pensar cuando tomo un vino, si bebo un rosado puede estar bueno, pero no tengo mucho pensamiento -dice entre risotadas-.
-¿Cuándo comenzó la Argentina a elaborar buenos vinos?
-Considero que fue hacia 1995, desde entonces y en los siguientes diez años todo cambió, y de manera notable. Creo que no hay un solo país que haya cambiado tanto en tan poco tiempo, que haya mejorado su producción en un tiempo tan corto. El secreto fue que los empresarios argentinos, que no son nada estúpidos, entendieron cuál era el camino a seguir y todos lo hicieron: Norton, Trapiche, Catena. todos cambiaron de un día al otro.
-Y qué piensa de una de las grandes dudas de la industria que es seguir apostando al Malbec o profundizar la diversificación
-El Malbec no se va a acabar nunca, es como si en Médoc dijeran que el Cabernet Sauvignon va a pasar, nadie pensaría eso; claro que eso no significa que haya que hacer un solo vino, se puede hacer otra cosa, pero el vino emblemático de argentina es el Malbec y por varias razones; va de Salta hasta la Patagonia, más de 2 mil kilómetros, si hiciéramos lo mismo en Europa deberíamos plantar de Londres a Marrakech, en Marruecos, imposible. Argentina es el único país capaz de hacer eso, y por qué, porque la protección de la Cordillera genera una condición climática y geográfica que no existe en el mundo, aun en zonas cómo Neuquén o Río Negro que no están pegadas, sino a unos 400 kilómetros de la cordillera, esa protección está. Todo eso no invalida que, más allá del desarrollo del Malbec, se haga Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Syrah, incluso Merlot, el Merlot de Mariflor, por ejemplo, es muy bueno.
-¿Y qué pasa con las nuevas zonas que se están explorando, como Córdoba, o la costa bonaerense?
-El país es tan grande que seguro tiene otros lugares interesantes, pero no podría opinar con certeza porque no conozco los suelos. Hoy no caminaría La Pampa o Buenos Aires, eso lo hice hace veinte años, ya no más. Creo que considerando que el problema del futuro va a ser el agua, esa zona de Buenos Aires podría funcionar
Desde su primera visita al país, Rolland regresa cada año; en uno de esos viajes, a principios del nuevo siglo, descubrió una zona, la última antes de chocar con la Cordillera, que hasta entonces era un enigma: Valle de Uco; y allí decidió establecer el predio “Clos de los siete”, que actualmente aloja cuatro bodegas: Monteviejo, Cuvelier Los Andes, Bodega DiamAndes y Bodega Rolland.
-En ese entonces esta zona era bastante virgen, ¿por qué eligió establecerse en Valle de Uco?
-En cuanto a los suelos tengo intuición, es mi parte femenina, sabía que iba a funcionar.
Por: María Paula Bandera
Fuente: La Nación