(La patria chica de Dolores, tierra de ilustres ciudadanos)
Los vascos vinieron en una época de extrema crudeza en Europa, y desembarcaron en Dolores, y junto a las primeras familias fundadoras de Dolores, formaron la idiosincrasia de un pueblo, que lucha y cree en su futuro. En sus ojos se ven que están sus antepasados aguerridos, aquellos vascos que a pesar de sus invasiones a su territorio soportaron estoicamente sin allanarse por completo a esas ocupaciones y que ni siquiera a las romanas se sometieron. Y que por el transcurso del tiempo han sabido mantener su cultura a través de generaciones y generaciones como pueblo con precedentes históricos en mantenerla y con su idioma vascuence. En el año 1900 llegaron los inmigrantes italianos entre ellos mi abuelo Luigi Aicardi, desde el norte de Italia, de Génova, a pisar tierra americana con todos sus sueños, con todos sus proyectos, con sus familias algunos y otros muchos de ellos dejando en su querida Italia a sus hermanos, y a sus padres que muchas veces no volvieron a ver más, recibiendo la noticia postrera de su ausencia en esta tierra, porque ni el trabajo ni los ingresos permitieron volver a su patria. Vivieron tratando de adaptarse a estos lares haciendo esfuerzo por hablar el idioma español tanto que hasta surgió un nuevo idioma, “el cocoliche” (la fusión del español con el italiano, el nuevo dialecto con sus modismos y formas de hablar). Tanto se esforzaron para forjar un porvenir a sus hijos, nietos y demás descendientes, que el día y la noche era para trabajar por la cantidad de monedas que fueran, y así se llevaron a cabo las mejores construcciones en Argentina, las mejores obras, esculturas y demás tareas que ellos realizaron y lo hicieron denodadamente con mucho esfuerzo personal. Tal vez en Dolores no todas las vías lleven a Roma, pero todos los caminos llevan a la afabilidad por entronques de familias en 200 años de historia, a lograr que un pueblo se mantenga unido y que no se logren deshacer los vínculos y los afectos, ni siquiera por los grupos de poder con sus pujas como dice el Dr. Mario Justo López, no han podido desintegrar estas familias constituidas en un pueblo que ha sabido renacer como el “Ave Fénix” desde las cenizas que dejó el gaucho Molina cuando arrasó e incendió a este pueblo o cuando quedó completamente inundada en el año 1985. “ Il sangue non é acqua” como dicen los italianos y es cierto, la fraternidad, la costumbre y la familiaridad late en este pueblo de familias enlazadas y afines. Los inmigrantes italianos trajeron en su sangre dos mil años de historia, la historia romana, de pueblos europeos que habían sido subsumidos por el imperio, y la historia de Giussepe Garibaldi en la unificación de Italia, o cuando tomaron el himno del pueblo hebreo, que fue desterrado por Nabucodonosor y lo asimilaron para ellos, por la historia desgarradora que vivieron los hebreos y que padecían ellos en ese momento en carne propia. La historia del inmigrante en América es una historia de amor, lucha, abnegación y de fusión con el gaucho.
Dra. Ana Verónica Carballo de Suárez.