CAMINO A LA PASCUA N° 3-
En nuestro camino hacia la Pascua, interrumpimos las reflexiones bíblicas que venimos haciendo cada viernes, para destacar el sacramento de la Unción de los enfermos.
Es uno de los sacramentos que peor propaganda tiene. Por eso es que hoy vamos a destacar este sacramento. Vamos a tratar de cambiarle la cara, de mostrar el verdadero rostro que posee. Porque nos viene bien reflexionar sobre esto, descubramos juntos algunos aspectos que tiene.
Se lo llamó mucho tiempo sacramento de la extremaunción y solamente estuvo vinculado al cristiano que estaba a punto de morir. Solamente se lo unió a los momentos previos a la muerte. Gracias a Dios, se pudo avanzar en la comprensión y se descubrió que no solamente los que están por morir, lo reciben.
Antes de ver detalles del mismo, descubramos cuál es el lugar que ocupa un enfermo en la comunidad cristiana. En algún momento de la historia se lo consideró como un excluido, para pasar a ser considerado privilegiado y terminar descubriendo su verdadero sentido. Significando que la atención, el cuidado y la preocupación pasan a ser prioridades en la comunidad. Una comunidad cristiana que no esté atenta a sus enfermos, lejos está de ser una comunidad y menos cristiana.
Se llegó, en algún momento, a considerarlos excluidos, porque se asociaba la enfermedad con el pecado. A una enfermedad grave, un pecado grave detrás. Esa expresión que lo resume: “algo habrá hecho para terminar así”. Encima es un sujeto que solamente puede recibir, que no tiene nada que dar a los demás… Así vista, la enfermedad es realmente un castigo. Algo que es necesario “arrancar” de nuestro corazón y de nuestra religiosidad.
En el crecimiento del misterio de Jesucristo y su misericordia, se pudo descubrir que el enfermo en vez de ser una pesada carga, fue y es, la ocasión de identificarse con Cristo paciente, y un medio de santificación. El enfermo entregando sus sufrimientos a Cristo,
experimenta la acción de la Gracia de Dios (que es Dios mismo derramado en el alma del bautizado, la acción del Espíritu Santo) Siendo el momento de mayor fecundidad, ya que el mismo Señor desde la cruz, ofreciendo su vida nos alcanzó a todos la verdadera Vida. Algo de esto hablamos el viernes pasado.
El cristiano enfermo no es ni un castigado ni un beneficiado. Es aquel que sufriendo en su cuerpo y en su espíritu, está invitado a dejarse llenar de la presencia de Dios. Que aún en los peores momentos de la vida, no nos abandona.
Cristo mismo, sufriendo las consecuencias que el mal y la enfermedad provocan, nos liberó del sufrimiento estéril y vacio. La práctica de la unción con aceite consagrado se remonta a los orígenes del cristianismo; así lo dice la carta del apóstol Santiago: “Si está enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia, para que oren por él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración que nace de la fe salvará al enfermo, el Señor lo aliviará, y si tuviera pecados, le serán perdonados” (Sant 5, 14-15). Así lo considera la iglesia que en un documento del año 1965, documento del concilio vaticano II, expresa: “Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros, toda la iglesia encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir así, al bien del pueblo de Dios” (Documento “Luz de los hombres”, que habla sobre la iglesia)
La unción se produce con un aceite consagrado. Aceite que en la antigüedad tenía uso sobre las heridas, de hecho era usado como ungüento medicinal. Aunque hoy nos sea más difícil asociar el aceite a la medicina, todos llegamos a percibir alguna relación entre ungir un enfermo y su sanación. Sanación que en este sacramento, es de orden espiritual y en muchos casos física.
Recordemos entonces, a todas las personas mayores de 65 años y aquellas que posean alguna enfermedad que ponga en riesgo su vida, a perder el miedo por recibir la unción. Porque en este sacramento la iglesia celebra la cercanía del Dios de las misericordia que está cerca de
todos los que sufren. Se propone el sacramento de la unción a todas las personas que tengan más de 65 años, a quienes están a punto de recibir una operación o quienes sí están a punto de atravesar el umbral de la muerte. Buscando que puedan estar conscientes, así pueden rezar inclusive los familiares con quien está atravesando una enfermedad terminal.
En el camino de la cuaresma nos detenemos en un rasgo propio de la fe cristiana. Que siempre será la cercanía, la proximidad, la compasión de Dios. A Jesucristo lo cristianos lo miramos como alguien siempre unido a nuestra historia. Por eso, aún en medio del dolor de la enfermedad y de todo lo que trae consigo, descubrimos su presencia en todo momento.
Dios te conceda la fuerza para poder experimentarlo en cada momento de tus días. Aún en los más tristes.
¡Hasta el viernes que viene!