La etapa argentina de la “Patrulla Antártica Naval Combinada” (PANC), el operativo conjunto con la Armada de Chile para controlar el tráfico marítimo en la Antártida, zarpó este viernes desde Ushuaia, cuando el barco ARA “Islas Malvinas” de la Armada tomó rumbo al Continente Blanco con 51 tripulantes que pasarán 45 días en alta mar, incluyendo las fiestas navideñas y de fin de año.
Por Gabriel Ramonet
El actual comandante del ANAU, Contraalmirante Luis Enrique López Mazzeo, impartió la orden de zarpar al comandante del aviso “Islas Malvinas”, Capitán de Corbeta Roberto Lovera, pocos antes de que la tripulación compuesta por los 31 hombres fijos del barco y otros 20 adicionales, entre ellos buzos tácticos, meteorológicos y señaleros, se dirigieran al muelle militar “Ausgusto Lasserre” para iniciar el viaje.
La orden leída a viva voz durante el acto recordó que la PANC se realiza desde hace 19 años, esta vez entre el 12 de noviembre y el 31 de marzo, con el objetivo de efectuar tareas de rescate y salvataje marítimo, además de control de posibles focos de contaminación ambiental, al sur del paralelo 60.
“Durante estos 19 años se han realizado más de 300 salvatajes y tareas de apoyo a otras naves. Y empezamos este nuevo capítulo en Tierra del Fuego, el lugar desde donde creemos que deben concentrarse todos los esfuerzos para consolidar nuestros derechos sobre la Antártida”, destacó el contraalmirante López Mazzeo, en diálogo con Télam.
Por su parte, el capitán Lovera, a cargo de la embarcación que navega desde ayer hacia aguas antárticas, explicó que el operativo se viene preparando desde hace “varios meses”, desde el punto de vista logístico y humano, “a través de la conformación de un grupo homogéneo que haga factible los 45 días continuos de navegación en alta mar”.
El otro factor humano es el familiar: los marinos se preparan para separarse de sus principales afectos durante un tiempo prolongado y en fechas sensibles, como son las fiestas navideñas y de fin de año.
“Es duro pero es parte de nuestro trabajo. Sabemos desde hace meses que enfrentaríamos esta situación”, señaló Lovera.
La esposa del capitán, Roxana, acudió a despedir a su marido y en el puente de la embarcación confirmó las mismas sensaciones: “Es difícil, aunque estamos acostumbrados. Hace 19 años que estamos juntos. Nos pasó varias veces. Es su carrera y mi rol es apoyarlo”, contó a Télam.
La mujer recordó que uno de los momentos más complicados es la comunicación en los días de festividades: “No siempre se puede. A veces es por radio y otras por teléfono. Depende del lugar donde estén y de las condiciones meteorológicas”, indicó.
El capitán agregó que el típico llamado de las 12 de la noche es una utopía en plena navegación, porque en general se aprovechan las “ventanas” que otorga el clima y la ubicación.
“Si nos comunicamos a las 5 de la tarde, ese es el momento del saludo. A veces son unas pocas palabras, nada más”, precisó Lovera.
Por su parte, el teniente de navío Guillermo Oyarzabal, jefe de operaciones del barco, confesó que cuando regresa a casa después de una prolongada navegación, su hijo de un año y cuatro meses tarda un tiempo en reconocerlo y volver a entrar en confianza.
“No tarda mucho, pero es un indicador de cómo le impacta la ausencia. Se da cuenta”, explicó el militar.
Oyarzabal vive en Ushuaia junto a su familia, pero su mujer y su hijo aprovechan la misión antártica para viajar a Buenos Aires y pasar las fiestas navideñas con otros familiares.
Es el cuarto viaje del marino a la Antártida, que ya lo hizo como cadete en el Rompehielos Almirante Irízar, el aviso Suboficial Castillo y una vez en el aviso Islas Malvinas, durante el verano pasado.
“La clave es llevarse bien en el barco. Evitar el desgaste, las fricciones, los roces. Y no quedarse con lo negativo, sino disfrutar del trabajo que elegimos y para el que nos preparamos”, destacó el teniente.
También contó que en los viajes antárticos, la navegación puede tornarse muy difícil como “el verano pasado, cuando nos sorprendió un temporal con vientos de más de 100 kilómetros por hora en el mar de la Flota”, o cuando “nos encontramos con hielo que sobrepasa la capacidad de maniobra del barco”.
La patrulla combinada atiende posibles emergencias en alta mar, aunque sus buzos también se sumergen en las gélidas aguas antárticas para verificar que no haya escape de hidrocarburos en las zonas donde hay registrados hundimientos.
Los buques que se dirigen a la zona atraviesan el temido Pasaje de Drake, un lugar con viento permanente del oeste, de alta intensidad, que levanta olas gigantes y que muchas veces “nos hace soportar situaciones extremas o modificar nuestro rumbo”, advierten los marinos del aviso argentino.
La embarcación que partió de Ushuaia ayer a las 17.45 -y demorará 48 horas en llegar a la Antártida, donde relevará al remolcador chileno “Lautaro”- también contrasta los sentimientos de quienes están a bordo, y de sus familiares que quedan en tierra.
“Apoyo su trabajo pero nunca navegaría. Estoy un rato en el mar y me mareo”, admitió Roxana, la esposa del capitán Lovera.
“Mi mujer sabe que disfruto esta tarea. Se casó con un marino, y esto es lo que hacemos”, concluyó el capitán Oyarzabal.